ADVERTENCIA


SE RECOMIENDA LEER LAS HISTORIAS POR EL ORDEN INDICADO (NÚMERO-TÍTULO).

miércoles, 21 de septiembre de 2011

5. LAS HISTORIAS DE JAZMÍN

Jazmín iba a contarme algo más, acerca de estas personas que no respetan el parque ni nada, cuando en ese preciso momento llegó el abuelo Paco.





—[Abuelo Paco] Hola, ¿qué tal lo lleváis?



—[Ángel] Bien, Paco, bien. Contándonos historias del parque.



—[Abuelo Paco] Ah, amigo, pues Jazmín se sabe un montón… Pero tendréis que dejarlas para mañana, o para otro día, porque nosotros ahora tenemos que irnos a casa, a comer. Ya estará esperándonos la abuela Carmen con la mesa puesta.



—[Jazmín] ¡¡Otro día no, mejor mañana!!— replicó la niña.



—[Abuelo Paco] ¿Y si Ángel tiene otras cosas que hacer? Tendrá que hacerlas algún día, ¿no? ¿O crees que va a venir a verte todos los días? No seas egoísta, niña.



—[Ángel] No, no te preocupes, Paco— intervine yo— mañana puedo.



—[Jazmín] ¡Que ‘guay’!





Con esta exclamación Jazmín dio muestras de alegría por haberse salido con las suyas. Una vez más. Rara vez no lo conseguía…





—[Jazmín] Me voy, Ángel, hasta mañana. Y tráete la cámara de fotos, ¿vale?





Diciendo esto echó a correr entre una polvareda gigante, pues le gustaba hacerlo siempre, arrastrando los pies.





—[Abuelo Paco] Ya verás la abuela qué bronca nos va a echar, niña, por llevarnos todo el polvo del parque metido hasta en el pelo.





Y, dirigiéndose a mí, añadió:





—[Abuelo Paco] Amigo, hasta mañana. Y gracias por la paciencia.



—[Ángel] De nada, por Dios. Lo hago complacido. Tienes una nieta que es una joya. Pero… ¿qué te voy a decir yo a ti? Y lo paso muy bien con ella.



—[Abuelo Paco] Me alegro. Venga, mañana nos vemos otra vez, o esta niña nos liquida a ti y a mí.



—[Ángel] Será un placer, Paco. Hasta mañana. Y gracias a ti por confiármela.





Aproveché el resto del tiempo hasta mi hora de comer (yo lo hacía más tarde) para intentar hacerles unas fotos a las ardillas que antes, al final, no pude. Saqué del bolsillo un par de nueces que me dejó Jazmín, e imitando sus gestos y sus ruidos les llamé la atención. Pero nada, allí no aparecía nadie.



A punto estaba de irme cuando, unos pasos más allá, al pie de un pino, vi una enorme ardilla. Bajaba por el árbol ‘trepando’ del revés: boca abajo, con una gran destreza y velocidad. Pero no llegó a tocar el suelo. Quedó allí, enganchada al tronco, a un par de palmos de la hierba.

Choqué las nueces, silbé, hice movimientos con las manos para atraerla, como mi pequeña amiga, pero la ardilla no me hizo ni caso. Como si no existiese.

Aburrido de esperar, lancé las nueces cerca de donde ella estaba y eso sí resultó. Acabó de bajar del árbol y saltó a por ellas con entusiasmo. Una la enterró, para cuando tuviese más hambre, y la otra subió a comérsela en una rama del árbol… para que ningún intruso la molestase.





***





A la mañana siguiente, cuando llegué al que se acabaría convirtiendo con el paso del tiempo en nuestro “rincón favorito”: el Bosquecillo de las Ardillas, Jazmín ya estaba allí. Me saludó efusivamente, según su costumbre. El abuelo Paco estaba en la alameda, sentado en un banco con su amigo Diógenes, el vagabundo. Charlaban animadamente. Al verme levantó la mano, para saludarme. Yo le respondí del mismo modo.





—[Ángel] Hola, Jazmín, ¿qué tal estás?



—[Jazmín] Yo me sé un ‘montonazo’ de historias, ¿sabes?





Me respondió, ignorando el saludo, como si entre la conversación de ayer y la de hoy no hubiese pasado el tiempo y jamás nos hubiésemos separado ayer para acudir… cada cual a sus asuntos.





—[Ángel] Ya, ya me lo dijiste ayer. Y el ‘abu’ Paco también.



—[Jazmín] ¿Cómo le has llamado?



—[Ángel] Paco.



—[Jazmín] No, lo otro.



—[Ángel]¿Qué otro? ¿‘Abu’?



—[Jazmín] Eso, eso. ¡Como mola, no lo había oído nunca!



—[Ángel]¿Nunca? Pues, en el sitio de donde yo vengo los niños suelen llamarles así. Creí que aquí también.



—[Jazmín] ¡‘Andá’!— exclamó sorprendida— y tú, entonces: ¿de dónde vienes? ¿Es que tu casa no está aquí?



—[Ángel] Ahora sí, pero antes vivía en otro sitio, en otra ciudad.



—[Jazmín] ‘Joooo’, que ‘guay’. Y ¿qué ciudad es?



—[Ángel] Oye, Jazmín, ¿por qué no me cuentas una de tus historias?





Ahora fui yo quien cambió de conversación. No me apetecía pensar en cosas pasadas. La niña pareció comprenderlo… O es que, simplemente, aquello mío no le interesaba tanto como sus historias. Vamos, ni lo más mínimo. ¡Genial!





—[Jazmín] Vale, pero con una condición.





¿Qué se le habría ocurrido esta vez?...





—[Ángel] Y ¿cuál es esa condición?



—[Jazmín] ¡Yo te cuento una historia y tú me das una foto!



—[Ángel] Si ya te he dicho que te doy las que tú quieras… cuando las tenga hechas en papel.



—[Jazmín] Ya, pero yo quiero una muy, muy especial.



—[Ángel] Y ¿de qué se trata?



—[Jazmín] ¡Una foto grande, ‘gradíiiiiiiisima’, de la luna!



—[Ángel] ¿La luna? Y ¿cómo de grande, ‘gradíiiiiisima’ la quieres?



—[Jazmín] ‘Super-supergrande’, así— dijo abriendo los brazos de par en par, hasta ya no poder abrirlos más.



—[Ángel] Bueno. De acuerdo.



—[Jazmín] ¡¡¡‘Biennnnn’!!! ¿Qué historia quieres que te cuente?— lo dijo cruzándose de brazos, haciéndose la interesante. En señal de espera.



—[Ángel] No sé, la que tú quieras.



—[Jazmín] A ver, a ver… ¿De qué quieres que trate?





Me quedé un rato pensativo.





—[Ángel] ¡De flores!—. La idea se me ocurrió al ver un grupo de minúsculas margaritas que habían crecido al pie de un nogal.



—[Jazmín] Ah, vale. Me sé el de «La rosa desmelenada». ¿Te gusta?



—[Ángel] Creo que sí, que me gustará. Una rosa desmelenada es siempre un buen tema…



—[Jazmín] ¿Y qué es un “tema”?





Ahora sí que la había liado. A ver cómo lo explicaba.





—[Ángel] Un “tema” es… la temática, el contenido de la historia.





Comprendí de inmediato que a pesar de lo sencillo de la pregunta, mi respuesta no había estado a la altura de las circunstancias. Jazmín me miraba interrogante y perpleja, como quien no sabe ni qué decir. Lo cual en ella era bastante difícil.





—[Ángel] A ver cómo te explico yo… ¿De qué trata la última película que has visto?



—[Jazmín] Um… ¡De un ‘pececillo’!



—[Ángel] Y ¿qué le pasa en la ‘peli’ a ese ‘pececillo’?



—[Jazmín] Pues que unos señores malvados van y lo secuestran, sin que su papá se de cuenta, y se lo llevan a vivir encerrado en una pecera. Con otros peces grandes, y con unos más ‘chiquititos’… como él.



—[Ángel] Pues ése es el “tema” de la historia, o, bueno, el de la película: el secuestro de un ‘pececillo’.



—[Jazmín] ¡¡‘Ahhhhh’, tú dices el argumento!!





‘Glup’…

Me quedé ‘a cuadros’, sin palabras. ¡¡¡El argumento!!!, si llego a saberlo… Claro, es que Jazmín es una niña muy, muy lista. ¡Y yo que tonto, Dios mío!





—[Ángel] Entonces qué, ¿me cuentas esa historia de LA ROSA DESMELENADA, o no?



—[Jazmín] Es una historia que se llama “fábula”, porque cuando terminas de oírla, o de leerla, resulta que has aprendido una cosa ‘superguay’.



—[Ángel] Genial. Venga…





Y comenzó el relato.











[Gijón, 20.08.2011]


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